Atila, rey de los hunos, nació en el año 406. Su nombre puede significar “padrecito” o quizás provenga de Atil, antiguo nombre del río Volga de donde era oriundo, pero su sobrenombre era “El azote de Dios”.
Todo lo que conocemos de Atila se lo debemos a los romanos, que fueron sus enemigos, pues los hunos apenas usaban la escritura y su historia es normalmente comentada por otros. Ellos lo describían como cruel y sanguinario, sin embargo, algunos historiadores, lo han retratado como un rey grande y noble, y tres sagas escandinavas lo incluyen entre sus personajes principales.
Según el historiador Prisco, coetáneo suyo, Atila era: “corto de estatura, de ancho pecho y cabeza grande; sus ojos eran pequeños, su barba fina y salpicada de canas; y tenía la nariz chata y la tez morena, mostrando la evidencia de su origen”.
Pertenecía a la familia real. Su tío el rey Roas, era tan poderoso que incluso Roma le pagaba tributos. A la muerte de su tío, compartió el trono con su hermano Bleda, al que asesinó con su propia espada.
Fundó un amplio imperio con continuas guerras, saqueando y usando el pillaje; él mismo pretendía que “donde pisara su caballo jamás volviera a crecer la hierba”. Sin embargo, era un juez juicioso e íntegro para su gente y llevaba una vida sencilla sin lujos ni ostentaciones.
Sólo fue vencido una vez, en los campos Catalaúnicos por una confederación de pueblos al mando del general romano Aecio. Cuando se recuperó marchó sobre Roma, pero al llegar a las puertas de la ciudad, pactó con el Papa León I y se retiró.
Murió en su noche de bodas asfixiado por una hemorragia nasal. El día del entierro los hunos se desgarraron las ropas, se cortaron el pelo y se hirieron con las espadas ya que “El más grande de todos los guerreros no habría de ser llorado con lamentos de mujer ni con lágrimas, sino con sangre de hombres” Fue enterrado en un triple sarcófago de oro, plata e hierro con todas sus riquezas y, a los que participaron en el entierro, fueron aniquilados para que no revelaran el lugar.
Tras su muerte, sus dos hijos se disputaron el trono y esto acabó con el imperio de Atila.
Se dice que el nombre del caballo de Atila era Othar, y que su brida, así como todos sus atalajes carecían de adornos. Atila nunca adornó su caballo porque para los hunos, el caballo era uno de sus tres animales sagrados, por tanto era una ofensa cargarlo con adornos y colgajos. Además, los hunos consideraban que su caballo era una prolongación de su ser, era como su otra mitad, de hecho, fue gracias a los caballos que los hunos lograron tener uno de los más grandes imperios de la historia durante casi ochenta años.
Se cree que este caballo era un tarpán, raza originaria de las estepas asiáticas y de los bosques de color gris. El último tarpán murió en cautividad a finales del siglo XIX. El tarpán de las estepas de finos miembros y perfil cóncavo, es considerado como la forma originaria de las razas de crianza orientales, llamadas caballos de sangre caliente. Tenía una alzada de unos 130cm y unos dientes pequeños con orejas largas y ojos pequeños. Su cuello era corto y ancho. Poseía una raya de mulo y rayas sobre sus extremidades.
Para los habitantes de las estepas orientales la domesticación del caballo modificó su forma de vida. Eran consumados jinetes y cuidaban con esmero a sus monturas, incluso cambiaban de varias veces de caballo al día para no agotarlos. Los niños aprendían amontar antes que a andar.
Los hunos eran nómadas, se desplazaban con grandes manadas de caballos, en torno a los cuales giraba su vida.
Como curiosidad decir que Tolkien, tomó el nombre del caballo de Atila para dar nombre al escudero de Isildur que llevó los fragmentos de Narsil de vuelta a Rivendel tras la batalla de los campos Gladios.
Otra curiosidad es esta coplilla:
Los caballos van al cielo
¡Hasta el de Atila era bueno!
Muy poquitos se merecen
de jinete sempiterno
al señor PEDRO BOTERO
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