Pintura sobre papel con pigmentos y oro
Biblioteca Nacional de Francia
El sultán Suleiman el Magnífico está representado a caballo, ataviado con un vestido verde sobre una túnica roja. Un caftán gris antracita, con forro y sin mangas completa su vestimenta. Está tocado con un gran turbante con una pluma y flecos. Tiene el cuerpo envejecido y encorvado, inclinado hacia adelante, el rostro con arrugas y los rasgos marcados, el conjunto está realizado con mucho cuidado, como la representación del caballo ricamente ornamentado, con porte recto y andares reposados. Se trata del retrato de un hombre de edad avanzada: Suleiman conduce sus tropas a caballo hasta Hungría, en donde murió en Szigetvar el 7 de septiembre de 1566, la víspera de la batalla que supuso la victoria otomana sobre el emperador germánico Maximiliano II. Había nacido 72 años antes en Trebisonda, Turquía y desde su nacimiento fue educado para ser rey. Con solo siete años fue enviado a estudiar ciencias, literatura, teología y tácticas militares en las escuelas de Estambul de donde llegó a ser gobernador con 17 años y nombrado califa con 26 años. Empezó a gobernar el poderoso Imperio otomano, que siguió expandiendo hasta su muerte, 46 años más tarde.
Las representaciones a caballo están relacionadas con los temas de la caza y la guerra, actividades principescas por excelencia, practicadas por los soberanos musulmanes en todas las áreas culturales y geográficas.
Los otomanos tenían una gran admiración por los caballos, los criaban con gran cariño, nunca les pegaban y solían adornarlos vistosamente. También trenzaban sus colas y las realzaban con pedrerías.
El caballo en el cual Soleiman el Magnífico montó para ir a sitiar Viena era enorme y no le tenía miedo al agua, recordemos que por aquel tiempo no existían los puentes sobre el Danubio. Cuenta la leyenda que Soleiman mandó a una partida de veloces caballos a inspeccionar el terreno y, arrogante, mandó a decir “que lo esperaran a desayunar”. La ciudad no fue tomada, pues fue defendida por mercenarios servios a caballo y mandados por el polaco Jan Soviesky a lomos de un impresionante caballo andaluz llamado El Salvador.
Los otomanos eran originarios de las estepas de Asia Central, en el Turkestán una etnia dedicada al cuidado del ganado, en especial el caballo. Fue precisamente en esta región donde se inició la domesticación del caballo, que se sabe que empezó en Asia Central en el cuarto milenio a. C. Los caballos (en realidad, ponis) se seleccionaban según su fuerza, y hacia el segundo milenio a.C. eran suficientemente fuertes como para tirar de carros, lo que propició el nomadismo, una forma de vida que dominaría la región durante varios milenios.
Caballo de Przewalski, también conocido como caballo salvaje mongol, es probablemente el ancestro de los primeros caballos domésticos. Es la única subespecie salvaje de caballo (no asilvestrada a partir de animales domésticos, como los mustangs) que existe en la actualidad. Casi se extinguió a mediados del siglo XX, pero por suerte fue salvado de la desaparición por algunos naturalistas al crear la Fundación para la Preservación y Protección del Caballo de Przewalski, que inició un programa para estimular el intercambio de animales entre los zoológicos y aumentar así su escasa variabilidad gené tica En 1992 se reintrodujeron 12 ejemplares en el suroeste de Mongolia, que se adaptaron y reprodujeron a la perfección, en una zona que en 1998 se convirtió en el Parque Nacional Hustai.. Su estado actual es crítico, reducido a unas pocas manadas que viven en este parque y varios ejemplares más en parques zoológicos de otros países. La población total es de unos 1000 ejemplares en todo el mundo. Son animales sociales que viven en manadas de tamaño variable dirigidas por un macho dominante o semental, siendo el resto de los integrantes hembras con crías de menos de 2 años.
El caballo Przewalski era coetáneo del Tarpan europeo muy similar, pero que tuvo menos suerte que el primero, ya que desapareció en el siglo XIX
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