martes, 17 de enero de 2012

Lucas Cranach. EL CALVARIO



Este singular cuadro del Calvario que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, es obra de  Lucas Cranach El Viejo, firmado en 1538. En ella se puede ver la figura de Cristo crucificado entre los dos ladrones y en la parte inferior al centurión a caballo vestido a la moda de los caballeros germánicos de la época, un anacronismo propio de muchos pintores de esta época que consistía en pintar a los personajes con la vestimenta de moda.
En el cuadro también pueden leerse dos frases escritas en alemán; La de parte superior es la que pronunció Jesús a la hora de la su muerte: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”; y en la inferior la que dijo el centurión; “Verdaderamente este hombre era el hijo de Dios”. También en el cuadro, el autor quiere mostrar los fenómenos de la Naturaleza que se produjeron en ese momento: grandes nubarrones que ocultaron el sol y gran vendaval que agita el paño de la pureza de Cristo.
Lucas Cranach, el Viejo nació en 1472 en la región de Franken, hijo de un pintor. Fue nombrado pintor de Corte del Príncipe de Sajonia Federico el Sabio que le concedió un escudo familiar. Se casó con la hija del alcalde de la ciudad de Gotha, tuvieron seis hijos, dos de los cuales fueron también dos de ellos pintores (Juan y Lucas). Una de sus hijas (Ana), tuvo como padrino a Martín Lutero. La relación entre la familia Cranach y Lutero fue muy estrecha, ya que los esposos Cranach fueron testigos de boda de Lutero y la ex-monja Catalina de Bora. También el pintor fue padrino del primer hijo de Lutero (Juan).
Lucas Cranach el Viejo falleció con 81 años en 1553.

En el norte de los Países Bajos y Alemania se encuentra "Friesland" (Frisia). Los habitantes de Friesland eran personas fuertes, rubias, de ojos azules, un pueblo de navegantes, piratas y saqueadores además de comerciantes, granjeros y ganaderos dedicados a la crianza de razas autóctonas de perros, de ovejas, del famoso ganado vacuno de capa blanca y negra, y de caballos.
La historia de la ganadería del caballo Frisón es muy interesante y únicamente se entiende conociendo el fuerte carácter propio de los habitantes de esta zona, que permanecieron fieles a su raza de caballos durante los tiempos difíciles, mientras que otras razas autóctonas, en varias provincias, se perdieron a causa de la cruza impulsiva y desordenada, incluso con ejemplares ajenos a su sangres. Es así como, esta antigua raza caballar Frisona, es la única de origen de los Países Bajos, autóctona y que aun sobrevive.

Hacia el año 150 después de Cristo, ya se conocía al caballo Frisón, siendo muy codiciado para la guerras y muy utilizado por la caballería del Imperio Romano en Europa Central. Probablemente, estos ejemplares y otras razas existentes en Europa, fueron cruzados con caballos árabes y españoles durante la Edad Media. La primera prueba escrita del nombre actual de esta raza data del Siglo XVI y se trata del tan conocido retrato de Don Juan de Austria, montado sobre su caballo Phryso en Nápoles (1568).
En el Siglo XVII, los caballos Frisones se utilizaron en las Escuelas de Equitación, conjuntamente con los ejemplares de Pura Raza Española. Fue desde entonces que el caballo Frisón ya era apreciado para la Alta Escuela, así como, “Caballo de Enganche”. Al final del Siglo XIX, en la provincia de Friesland, este caballo fue símbolo de riqueza e importancia entre los granjeros, quienes lo utilizaban en su "Sjees", un enganche típico de la región y que es tirado por dos caballos Frisones. Se disfrutaba también del montar a estos caballos a pelo, únicamente cubiertos con una pequeña manta de color naranja, en carreras de corta distancia para trotones.
El día l de mayo de l879, personas preocupadas en el futuro de esta raza, fundaron el "Libro-Matrícula de la Raza Caballar Frisona"; dando origen al primer “Stamboek” (Libro de Ejemplares) que existe en los Países Bajos.
En 1919, no existían más de 3 sementales inscritos para su uso en la ganadería, ni se contaba con sementales jóvenes para poder reemplazarlos. Parecía que se acercaba la extinción definitiva de la raza. Sin embargo, un centenar de ciudadanos de Frieslandia se reunieron fundando a la par que el Libro-Matrícula, una Asociación con el fin de proteger al caballo Frisón de su desaparición inminente.
Gracias a la política rigurosa del Libro-Matrícula y la colaboración de los ganaderos en cuanto a la elección de los sementales, se ha conseguido salvaguardar la calidad. Jamás se consideró utilizar sangre extraña para poder solucionar los problemas con rapidez.
Su cabeza larga y elegante, su cuello arqueado con una larga crin reposando sobre uno de los costados de su cuello, un cuerpo fuerte y compacto y sus cortas patas,  hacen que este caballo sea uno de los más hermosos de la especie La alzada a la cruz habrá de ser entre l.58 y l.65 m para considerarse apropiada. Sus ojos son oscuros, al igual que su pelaje, el único detalle blanco que se admite es en la frente y preferiblemente de un tamaño muy reducido.
Además debemos destacar el hecho de que, al no ser caballos demasiado grandes, los caballos frisones pueden ser manejados muy fácilmente por el jinete cuando llega la hora de recorrer los obstáculos. Otra característica destacable de los caballos frisones es que pertenecen a una raza que posee un trote rápido y elevado, que da la sensación de que el caballo va flotando en el aire mientras corre. 
Los caballos frisones son animales extremadamente fieles a su dueño, leales y muy respetuosos, por eso esta raza es considerada como una de las más nobles de la especie. Además debemos destacar que los caballos frisones son muy inteligentes por lo que adiestrarlos no cuesta ningún trabajo extra y debemos decir que además, son animales muy predispuestos para el aprendizaje. Los caballos frisones tienen una salud muy frágil, y el hecho de tener que pasar por una situación de stress muy fuerte, puede llegar a provocarles alguna enfermedad.
El caballo del cuadro, por su morfología parece un caballo frisón, caballos conocía Lucas Cranach, salvo en el color, pues este es blanco, claro está que los caballos de los cuadros religiosos casi nunca son negros, ya que este color no solía asociarse con la divinidad.








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