Cinco caballos de Julio Tapia Gasca
En el arcén izquierdo, dirección Graus, en Huesca, en la ladera sur de los
Pirineos, encontramos una hermosa obra denominada Cinco caballos. Son
cinco esculturas de acero que en pocos metros nos muestran la figura de
caballos en diferentes poses. La firma del escultor Julio Tapia Gasca la
encontramos impresa en la placa que sujeta las patas y sostiene las figuras.
Julio Tapia Gasca, artista polifacético que nació en Zaragoza en 1957. Es
pintor, escultor, ingeniero, novelista e
incansable viajero por museos de toda Europa. Hijo del escultor Julio Tapia del Castillo,
en cuyo taller aprende el oficio de su
padre y donde toma contacto con la actividad escultórica. Sus obras se reparten
por diversos lugares de Aragón y otras comunidades autónomas. El
autor busca en todas sus obras la elegancia de formas y volúmenes a la par que
la creación de una dinámica estética. Esta elegancia de formas y volúmenes,
también la plasmaron en sus obras los artistas prehistóricos que copiaron en
ellas la plasticidad de estos hermosos animales.
Cabezas de caballos |
Parece fuera de duda la ferviente admiración de los
humanos por el caballo, admiración que se remonta a la Prehistoria, hecho que
podemos constatar por las representaciones pictóricas y escultóricas de
nuestros antepasados.
Hay que pensar, a buen seguro, cual sería la sensación que debía producir a nuestros antecesores prehistóricos, la contemplación de la locomoción de estas especie, su
velocidad y gracia, pues si no, como explicar tan enorme esfuerzo artístico.
Es de suponer
que las representaciones artísticas de estos pueblos prehistóricos se basaban
en una realidad concreta, ya que solo parece ser que representaban animales con
los que tenían interacción, es decir, animales que veían, cazaban, etc… Los
caballos representados tienen diversas morfología, unos son de extremidades
cortas y cuerpos rechonchos, otros, los de las cuevas del norte de España, son
más estilizados. En cuanto a su pelaje, durante mucho tiempo se ha especulado
que algunas de las pinturas prehistóricas, especialmente las de caballos de
colores, poco habituales en la actualidad, son prueba de la capacidad simbólica de aquellos
primeros humanos modernos. Ahora, un estudio realizado con ADN antiguo de estos animales, ha
puesto de manifiesto que estos caballos existieron realmente y en cierto modo, eran abundantes y, por tanto, los
habitantes de estas cuevas se limitaron a retratar lo que veían a su alrededor.
Caballo tallado en marfil de mamut |
Sin duda, los
caballos habían sido cazados durante el Paleolítico, e incluso puede que
inicialmente su interés por su domesticación se hiciera con la perspectiva de
provisión de alimentos (carne y después leche), pero al intentar cambiar su
entorno, ya en el Neolítico, los seres humanos, encontraron en su domesticación
un interés añadido, esta vez relacionado como ayuda y colaboración. Para tal
fin resultó trascendente que se fueran sacrificando los animales más
desafiantes, dejando selectivamente los más dóciles. Con todo ello, se modificó
el nicho ecológico.
Arte Magdaleniense. Pirineos |
Algunos especialistas,
mantienen que el origen de nuestro caballo fue el Equus ferus perzewalskii
originario de las estepas euroasiáticas, único caballo salvaje, que
pervive en nuestros días y fue su domesticación en estas estepas entre el IV y
el III milenio a.C., es decir, entre el Neolítico y el inicio de la Edad del Bronce.
No se sabe si de aquí se propagó por toda Eurasia o fueron domesticados en
focos independientes. Se sugiere la posibilidad de que en la península Ibérica
hubiera ocurrido un evento de domesticación completamente independiente.
Tal
como fuere, se piensa que la primera intención para la domesticación fue con
toda seguridad la producción carne y
posteriormente de leche, como ya se ha mencionado, y ya en el tercer milenio se añadió un objetivo
secundario, el de aprovechamiento de la energía del animal. El asno y el onagro
fueron utilizados para trabajos antes que el caballo, al ser este un animal más
fuerte y rápido y, por lo tanto, más difícil de “cazar” y manipular.
La primera
medida de domesticación y manejo del caballo fue la introducción del BOCADO. El
primer intento del sometimiento equino, parece que pudo ser atar una soga ó
cordel a modo de lazo al cuello, actuando, al tirar el conductor sobre el animal,
como ahogadero. Otra forma de sometimiento la proporcionó el uso de anilla en los
cartílagos nasales a través de los ollares. Esta forma de sometimiento debió
usarse para los más salvajes por lo severo del castigo que esta acción infringe.
El uso de este procedimiento, puede verse
en algunas obras artísticas de la Edad de Bronce que llegaron hasta nuestros
días. Pero la forma más segura del manejo del animal fue la introducción del
bocado, entendido como un dispositivo rígido que ocupa el espacio entre los dientes incisivos y premolares maxilar (superior) y
mandibular (inferior). Este dispositivo se mantiene mediante unos soportes
laterales que lo acomodan a la boca e impiden su expulsión. Este bocado sigue usándose
hasta nuestros días sin apenas variación. La utilización del control del
caballo fue, primero para el arrastre de carros y, posteriormente, para la
monta.
La monta, en un
principio, se antoja inestable y dependía de la habilidad del caballista, sobre
todo por carecer de silla. Se ha comprobado por algunas representaciones artísticas
de su tiempo, que en un principio se hacía desde la grupa de la montura
apoyando el jinete las rodillas y piernas para su sujeción en el abdomen y
tórax del caballo. Por ello, cuando se empezó a utilizar al caballo para la
guerra, se hacía de modo que un guerrero conducía el animal y otro acompañante, a horcajadas en la grupa, se ocupaba de usar la lanza o el arco y las flechas
contra el enemigo.
LA SILLA DE
MONTAR tal como la conocemos hoy, con armazón de madera, es de al rededor del siglo III a.C. Su invento se le atribuye a
los Escitas, pueblos del norte del Cáucaso. En cuanto a los Íberos, afamados
por su relación con los caballos así como por su carácter especial que mezclaba
el valor con el salvajismo, carecían de una silla de montar que les dotara de seguridad
en el combate.
Jinetes con bocado, silla y estribo |
En cuanto al
ESTRIBO, se sabe que existieron en
diferentes regiones del mundo, algunos estribos primitivos, pero es aceptado
universalmente que dicho invento se realizó en China. La consolidación
de los estribos, supuso un cambio total en el modo de concebir y actuar la
caballería como arma de guerra, pues al contar con estos nuevos asideros, el
jinete podía ejecutar el golpe de la lanza de una manera más eficaz, dado que
en la monta sin estribos, la lanza debe ser manejada por la fuerza del hombro y
brazo del guerrero, mientras que los estribos convierten al caballo y jinete en
una sola unidad, de modo que la mano sólo guía el golpe. También es más eficaz
en cuanto a la distancia del ataque, pues la lanza utilizada puede ser de mayor
longitud y en lo referente a la espada, con la aparición de los estribos,
también se alarga, al tener el jinete una mayor capacidad de actuación y una
mejor maniobrabilidad de uso.
En lo referente
a la HERRADURA, ni de persas, ni de egipcios, ni de asirios, ni tampoco del
mundo greco-romano se tienen noticias de la existencia de la misma, por lo que
se piensa pudo tener su origen en los pueblos bárbaros germanos. Como un
antecedente lejano, se cita la costumbre de los pueblos bárbaros de las estepas
rusas, al menos desde el siglo II d.C., de utilizar pequeños hierros que durante
el invierno, cubrían las lumbres del casco con clavos para agarrarse a las
superficies heladas. El herrado del caballo, desde su invención ha supuesto un
gran avance para la tracción y uso de las caballerías.
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