domingo, 1 de abril de 2012

Felipe III


Don Phelippe, por la Gratia de Dios, Rey de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicilias, de Hierusalem, de Portugal, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valentia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdena, de Cordoua, de Corcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarbes, de Algezira, de Gibraltar, de las Islas de Canaria, de las Indias Orientales y Occidentales, Islas y Tierra firme del Mar Océano, Archiduque de Austria, Duque de Borgoña, de Brauante y de Milán, Conde de Habspurg, de Flandes, de Tirol y de Barcelona, Senor de Bizcaya y de Molina, &.

Ayer 31 de marzo fue el aniversario de la muerte de este rey español que con solo 43 años abandonaba este mundo,  quizás debido al fuerte y rígido protocolo que imperaba en la corte española  durante el siglo XVII. Rey denostado por los historiadores, pues es conocido como un Austria Menor y se considera que con él empezó el declive de España como potencia mundial.


Felipe III, el Piadoso, el primer monarca español nacido en Madrid en 1578, fue el último hijo sobreviviente de Felipe II y de su cuarta esposa Ana de Austria. En 1582 se le designó heredero al trono, que ocupó el 13 de septiembre de 1598. De carácter tímido, recibió su educación de aristócratas y eclesiásticos, que le forjaron un carácter extremadamente religioso. Contrajo matrimonio en Valencia el 18 de abril de 1599 con su prima Margarita de Austria con la que tuvo ocho hijos, el tercero de ellos, Felipe, a su muerte, sería proclamado Rey de España, con el nombre de Felipe IV.
Su escaso interés por las tareas de gobierno y su gran afición a otros asuntos, para él, tan amenos que le ocupaban todo su tiempo: la caza, al teatro y a las artes, le llevó a ceder las tareas de gobierno a un delegado o favorito sin cargo específico. Este cargó tomo forma con el nombre de  valido en la persona del duque de Lerma, su amigo personal, que desde los primeros momentos recibió autorización para firmar en su nombre.
En 1601, el Duque de Lerma, tras las ofertas económicas recibidas del Consejo de Valladolid, traslada la Corte a ésta ciudad; un traslado que sólo duraría cinco años, hasta 1606, cuando el Ayuntamiento de Madrid le ofrece 250.000 ducados de oro para que se vuelva a trasladar la capital a esa ciudad pues  con el traslado de la corte, tantas fueron las viviendas que quedaron vacías,  que los propietarios pagaban por su ocupación para que no se arruinasen.
 
A pesar de lo anterior, fue con este rey con quien se estableció en Madrid, de forma definitiva, la capital de España. Otro hecho importante de su reinado fue la expulsión de los moriscos debido, sobre todo, a que fueron acusados de ser aliados de los piratas berberiscos y de no aceptar el catolicismo, lo que provocó una grave crisis de la agricultura a causa de la pérdida de un gran contingente de mano de obra especializada. El tercer hito de su reinado es la famosa Pax Hispánica”, un tiempo en el que España ejercía la hegemonía del mundo conocido de forma no beligerante. Un gesto que muchos han considerado  de debilidad por parte de la Monarquía, pero lo cierto es que ésta formaba parte de una gran estrategia que permitiría a España recuperar su fuerza militar y económica mediante engañosos señuelos a sus adversarios para apartarlos de sus empresas militares. De hecho, tanto Felipe III como sus consejeros pretendían que la tregua durase sólo hasta que España pudiese reanudar sus luchas y derrotar así a sus enemigos. Su hijo y sucesor, Felipe IV reanudó otra vez un periodo belicista que llevó a España a su ruina económica y al fin de su hegemonía mundial. Todo esto fue el eje de su reinado, sin olvidar que en cuanto a las artes, durante su reinado, tuvo su esplendor lo que se ha dado en llamar el Siglo de Oro español.

En cuanto a lo que se apuntaba sobre la rigidez del protocolo en la corte, podemos contar que, según la historia, el 31 de marzo de 1621 el rey enfermo de fiebres y debido al  frío del invierno madrileño se le  habían colocado  un brasero para templarle el cuerpo. Pero el rey comenzó a acalorarse considerablemente, quizá por el fuerte calor del brasero colocado muy cerca del monarca. Algún cortesano se dio cuenta del problema y del precario estado de Felipe III, y comentó que sería bueno apartar el brasero de la vera de su majestad. Pero aquí llegó el problema. El protocolo establecía quién era la persona destinada a aquellas tareas, a la sazón, el duque de Uceda. Este señor debía encontrarse otro lugar, y no fue localizado con la debida premura. Cuando por fin llegó y retiró el brasero, el rey ya estaba bañado en sudor y con la  fiebre muy elevada. Aquella misma noche una erisipela y las consabidas fiebres acabaron con la vida de Felipe III, que podría haber salvado la vida si aquel brasero no hubiera puesto el último clavo sobre su insigne ataúd. Pero…es posible que se hubiera muerto de todos modos.
En el centro de la Plaza Mayor de Madrid, se encuentra la estatua ecuestre de Felipe III, ya que fue este rey el inició una remodelación de Madrid, entre lo que cabe destacar el allanamiento para la Plaza Mayor y  la construcción de viviendas a su alrededor.  Se inicia también la transformación de la fachada meridional del Alcázar y se crea a su lado el Real Monasterio de la Encarnación. No es poco para haber sido el Austria de más breve reinado en España.
Fue su padre, Felipe II el que encargó el proyecto de remodelación de la plaza a Juan de Herrera, comenzándose el derribo de las «casas de manzanas» de la antigua plaza ese mismo año. La construcción del primer edificio de la nueva plaza, la Casa de la Panadería, comenzaría en 1590 a cargo de Diego Sillero, en el solar de la antigua lonja. En 1617, Felipe III, encargó la finalización de las obras a Juan Gómez de Mora, quién concluirá la plaza en 1619
El nombre de la plaza ha variado a lo largo de la historia, del primigenio nombre de «Plaza del Arrabal» pasó a llamarse «Plaza Mayor». En 1812, cumpliendo el decreto que disponía que todas la plazas mayores de España pasasen a llamarse «Plaza de la Constitución», cambió de nombre, pero solo duraría hasta1814, año en que pasó a llamarse «Plaza Real». Recuperó el nombre de «Plaza de la Constitución» durante diferentes periodos. En1873, cambió su nombre por el de «Plaza de la República», y otra vez a «Plaza de la Constitución». Tras la proclamación de la Segunda República se volvió a cambiar al nombre de «Plaza de la Constitución» hasta el final de la Guerra Civil española cuando se recupera el popular nombre de «Plaza Mayor», nombre que perdura hasta la actualidad. Las dimensiones de 120 x 94 metros estaban motivadas, sobre todo, para poder celebrar corridas de toros ya que éstas eran las principales fiestas de carácter no religioso y su lugar de celebración eran las plazas mayores de ciudades y pueblos.
La estatua ecuestre de un sonriente Felipe III que se encuentra en el centro de la Plaza Mayor fue comenzada por el escultor italiano Juan de Bolonia (Giambologna), en Bolonia y terminada por su discípulo Pietro Tacca en 1616 con un peso de unas cinco toneladas y media. Para su realización, los maestros contaron como modelo un retrato del rey realizado por Pantoja de la Cruz. Fue regalada al Rey español por el entonces Gran Duque de Florencia, Fue entregada a Gómez de Mora, como arquitecto Mayor de Palacio, y en un primer momento se la depositó en el jardín del Alcázar hasta enero de 1617, cuando se instaló delante del palacete de la Casa de Campo, en los jardines de El Reservado.  En tiempos de Isabel II fue trasladada a la Plaza Mayor el día 22 de marzo de 1848, a propuesta del concejal del Ayuntamiento Ramón Mesonero Ramos, pues esta plaza había perdido los usos que se le dieron anteriormente como plaza de toros o lugar para la realización de Autos de fe y se le quiso dar otro aspecto colocando la estatua de Felipe III y ajardinando sus alrededores.
En el pedestal de la estatua, figura esta inscripción:

La reina doña Isabel II, a solicitud del Ayuntamiento de Madrid, mandó colocar en este sitio la estatua del señor rey don Felipe III, hijo de esta villa, que restituyó a ella la corte en 1606, y en 1619 hizo construir esta Plaza Mayor. Año de 1848.

La estatua fue retirada en dos ocasiones de la plaza con motivo de la proclamación de la Primera y Segunda República durante la cual fue derribada por grupos republicanos. Posteriormente fue restaurada. Durante la Guerra Civil fue fuertemente protegida.
La impresionante escultura representa al Rey Felipe III con la cabeza descubierta, vestido con media armadura (sólo con una coraza decorada). En el pecho cuelga el collar con la Orden del Toisón de Oro y lleva en la mano derecha el bastón de mando o bengala de General, que descansa sobre la cintura, y con la izquierda sujeta las riendas del caballo de la misma forma que sujeta las riendas del estado. El caballo presenta la pata delantera izquierda levantada, dando así movilidad a la figura. En la cincha aparece la firma del escultor:
"PETRVS TACCA F. FLORENTIAE 1614"

Lo que es más desconocido es  que aquella estatua ha sido un cementerio de pajarillos durante siglos. El caballo de Felipe III, hueco por dentro tiene la boca como única apertura al exterior y durante cientos de años se estuvo tragando a las incautas avecillas que se introducían sin poder volver a salir dada la estrechez de la salida y la largura del cuello.
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Durante cientos de años se desconoció la existencia de semejante trampa mortal para gorriones. Fue en 1931, cuando al proclamarse la II República, algunos "vándalos" empezaron a desfigurar la estatua. Se lanzó un petardo de gran potencia, por el interior de la boca del caballo, con el resultado de que el vientre del caballo explotó y empezaron a llover pequeños huesecillos de pájaro, desvelando así el profundo secreto del "Cementerio de Gorriones".
El escultor Juan Cristóbal fue el encargado de su restauración, tras la Guerra Civil Española. Y parece que se centró únicamente en cerrarle la boca, y la panza, porque si nos fijamos con detenimiento, en el labio inferior quedan huellas de metralla.
Esta no es la única representación ecuestre de Felipe III, pues tanto él como la reina fueron genialmente inmortalizados a caballo por Velázquez. Y es que en la Edad Moderna, un símbolo de nobleza y distinción era, sin lugar a dudas, el caballo. Felipe II, padre de Felipe III, mandó crear en 1567 al caballo español cruzando para ello los innumerables tipos de caballos existentes, entonces, en Andalucía. La cabaña equina andaluza en ese periodo histórico era muy variada como consecuencia de la propia selección llevada a cabo en el pasado para obtener caballos para fines determinados, del aislamiento entre zonas, por las invasiones sufridas y, principalmente, por no haberse puesto en marcha con anterioridad un programa que hubiese uniformado los distintos tipos de caballos que se criaron en la península
Felipe II, el 28 de noviembre de ese mismo año, emitió una Real Cédula dirigida a su corregidor en Córdoba Francisco Zapata y de Cisneros en la que determinaba fundar, en esa ciudad andaluza, una nueva raza de caballos:

"Os mando que entreguéis a Francisco Sánchez de Toledo, mi pagador de la caballeriza cuatro mil quinientos ducados (...) para que se compren yeguas de vientre siguiendo las instrucciones que hemos ordenado para la raza y casta de caballos que hemos mandado hacer en Andalucía"

El motivo que argumentó para llevar a cabo dicho proyecto era atender al bien público, pero en realidad esa fue la justificación para poder llevar a cabo la enorme inversión que suponía la compra de mil doscientas yeguas:

"Porque deseamos que se consiga el fin que hemos acordado de tener mil doscientas yeguas de vientre con sus potros y crías (...) hemos mandado que se vayan comprando por la orden que de nuestro caballerizo mayor".

Así mismo, ordenó la construcción de las extraordinarias caballerizas reales cordobesas, que, siguiendo las órdenes reales, fueron financiadas con las rentas que producían las salinas andaluzas.
Para llevar a cabo la selección de los animales más idóneos para ese fin, Felipe II nombró como caballerizo real al cordobés Diego López de Haro, verdadero artífice del caballo español. El resultado obtenido por éste fue tan extraordinario que los caballos conseguidos serían, contraviniendo lo expuesto por este rey al principio del proyecto, exclusivamente para uso de la Casa Real, que los utilizó como regalo a reyes extranjeros, nobles y clero. La nueva raza fue utilizada como emblema de un Imperio y de una cultura que había sido capaz de conseguir lo que todo el mundo ansiaba, el caballo perfecto.
Al morir Diego López de Haro, Felipe III nombró caballerizo real a Juan Jerónimo Tinto. Este caballerizo nunca cruzó la raza y, precisamente, fue una de las personas que más trabajaron en preservarla como podemos apreciar en la obra que comenzó para cercar de piedra la histórica dehesa de Córdoba para evitar el riesgo, según palabras de este caballerizo, de "bastardear la raza" porque, entonces, en ella pastaban las yeguas españolas. Para evitar este problema pidió permiso al rey para comenzar la cerca que todavía se encuentra en perfecto estado y que, aunque se comenzó en el año 1617, por diversos motivos, no se acabaría hasta 1700.
Se sabe que En 1828 y 1830 se fundan las yeguadas de Cazorla y Sevilla. En esta época, el Infante Carlos (hermano de Fernando VII) le da la locura de cruzar las yeguas autóctonas españolas con sementales Normandos y Alemanes. Lógicamente lo hace con las mejores, pues tenía el rango de Infante, lo que produce una catástrofe en el caballo Español. Afortunadamente algunos ganaderos Andaluces y  Extremeños, no practicaron dichos cruces, lo que permitió recuperar al caballo Español, pero debió partirse de yeguas montoneras, y para mejorarlas,  pensó  en cruzarlas con árabes.



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