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Tiovivo |
Pegasos, lindos pegasos,
caballitos de madera...
Yo conocí siendo niño,
la alegría de dar vueltas
sobre un corcel colorado,
en una noche de fiesta.
En el aire polvoriento
chispeaban las candelas,
y la noche azul ardía
toda sembrada de estrellas.
¡Alegrías infantiles
que cuestan una moneda
de cobre, lindos pegasos,
caballitos de madera!
Antonio
Machado
Este poema de Antonio Machado, describe mejor
que nada esa sensación de libertad que la mayoría de nosotros hemos sentido siendo
efímeros jinetes en nuestras ferias y
fiestas.
Un
tiovivo o carrusel, o una calesita en Andalucía y América Sur, es un medio de
diversión consistente en una plataforma rotatoria con asientos para los
pasajeros. Tradicionalmente los "asientos" poseían forma de caballos
de madera, los cuales, en muchos casos, son desplazados mecánicamente hacia
arriba y hacia abajo para simular el galope de un caballo. Aunque pasado el
tiempo, se introdujeron las formas de otros animales, cerdos, osos, perros, ciervos.
Normalmente, los giros, son acompañados por la música que se repite mientras el
carrusel da vueltas.
Este divertimento infantil, aunque los adultos
nunca se han resistido a subirse en ellos, tienen su origen en algo menos
inocente, en un entrenamiento para la guerra. De hecho, el nombre de carrusel,
por el que es conocido también el tiovivo, le viene de la palabra italiana garosello, en español, carosella
("pequeña batalla"). Los cruzados lo
trajeron a Europa tras observar un tipo de entrenamiento para el combate
y un juego común entre los jinetes turcos y árabes hacia el año 1100. Este entrenamiento
de la caballería; reforzaba la preparación de los jinetes para la batalla al
atacar con espadas de madera a muñecos que representaban al enemigo mientras
montaban en rudimentarios caballos de madera que giraban en torno a un eje.
Estos carruseles se mantenían en secreto encerrados en los castillos. Más
tarde, en torno al 1.600, en Turquía y luego en Europa, los jinetes debían colar
las puntas de sus lanzas por unos aros suspendidos en postes, mientras los
caballos giraban a gran velocidad, movidos por hombres, caballos o mulas. Este
ejercicio todavía se realizaba en los tiovivos de principios del siglo XX,
aunque ya, claro está, por diversión.
Con
el pasar de los años se construyeron unos pequeños carruseles que fueron
instalados en los jardines privados para la diversión de la nobleza. Esta moda
se extendió como la espuma y poco después se instaló en París, en la Plaza de Carrousel,
un gran tiovivo junto al cual se simulaba torneos en los que los contrincantes
se lanzaban unos a otros bolas de yeso rellenas de perfume.
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Sillitas voladoras |
Pero el uso del
carrusel como entretenimiento es mucho más remoto, ya se utilizaban en el
imperio Bizantino en el siglo V unas cestas que giraban como las actuales
sillitas voladoras de las ferias.
En sus inicios
era un aparato muy sencillo, consistente en una recia viga vertical rematada en
un eje, y en dos tablas iguales puestas en cruz que giraban sobre él y de cuyos
extremos pendían sendos caballitos de cartón. Los pequeños jinetes trataban de introducir
un palito en una anilla, que pendía de un poste o que sostenía en dueño del
aparato, cada vez que el giro les aproximaba a la misma. Más tarde se fueron
añadiendo más animales que colgaban de postes o cadenas, los cuales se
inclinaban hacia afuera al girar, por efecto de la fuerza centrífuga, simulando
volar. Se les llamaba carruseles de caballos voladores. Normalmente eran
propulsados por animales de tiro caminando en círculo, o por personas que
tiraban de una cuerda o moviendo un manubrio. Hacia la mitad del siglo XIX, se
desarrolló el carrusel de plataforma, para reducir los riesgos a los niños,
donde los animales y las carrozas se moverían en círculo sobre una plataforma
circular suspendida del eje o poste central y se empezaron a construir con
propulsión de vapor.
Con
el desarrollo de las uniones de artesanos y la relativa liberación de los
oficios en Europa, a principios del siglo XIX se construyeron tiovivos que
empezaron a operar en distintas ferias y otras reuniones en la Europa Central y
en Inglaterra. En España, en abril de 1812, el Ayuntamiento de
Vitoria autorizó al francés Sebastiani la instalación de un circo de cuatro
caballos de madera movidos por una rueda y, se cree, que este fue el primero del
país.
Que se llame Tiovivo al carrusel de caballos de las ferias se debe a un curioso acontecimiento que ocurrió en Madrid en 1834. En el mes de
abril de ese año, una epidemia de cólera asolaba la capital de España.
Concretamente, en medio mes ya habían muerto
unas 150 personas, entre las que
se encontraba Esteban Fernández, que para ganarse la vida tenía un aparato giratorio de los llamados
“caballitos” en lo que hoy es el paseo de las Delicias, sito detrás del
Hospital General.
El 16 de julio de 1834, fueron a
enterrarlo. Cuatro amigos lo llevaban cargados en parihuelas, ya
que las cajas mortuorias eran un objeto de lujo vedado a los pobres.
Silenciosos y taciturnos marchaban los que llevaban en hombros al muerto junto
con unos pocos amigos que le acompañaban en su último paseo, cuando al llegar
al sitio próximamente en que estaba el circo, el cadáver, incorporándose
bruscamente y arrojando lejos de sí el
paño negro que lo cubría, empezó a gritar:
-¡Estoy vivo!
¡Estoy vivo!
Desde aquel día, el tío Esteban
despareció para dar paso al Tío Vivo;
y cuando el cólera hubo calmado su furor y volvió a pensarse en diversiones, reapareció,
en el paseo de las Delicias, el aparato de los caballitos y las barquitas de
madera. Los habituales parroquianos del tío Esteban le saludaron con su nuevo
nombre: Tío Vivo. Y el Tío Vivo se hizo popular, fue
conocido en todos los rincones de la Corte, hasta que se generalizó la
denominación y la Real Academia incluyó en su Diccionario la palabra “tiovivo” como: “Aparato
giratorio con asientos de varias formas dispuestos en círculo, que sirve de
recreo en las ferias y fiestas populares.”
Pegasos, lindos pegasos,
caballitos de madera...
caballitos de madera...
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Pegaso |
Estos
caballitos de madera son también llamados pegasos, porque como el mítico animal,
ellos también vuelan. Pegaso, en griego phgasoz, significa manantial, pues la mitología dice
que donde golpeaba con su pata brotaba una fuente de aguas puras.
Sobre su
nacimiento existen numerosas versiones, pero la más extendida es la que sostiene
que nació de la tierra, fecundada por la sangre derramada de la Medusa Gorgona
cuando Perseo la mató cortándole la cabeza. Suele representarse en
blanco o negro y tiene dos alas que le permiten volar. Una característica de su
vuelo es que cuando lo realiza, mueve las patas como si, en realidad, estuviera
corriendo por el aire. Además poseía
un carácter indomable, no dejando que nadie lo montara, salvo el héroe Belerofonte.
Belerofonte era hijo del rey Glauco de
Corinto, quién al tener noticias de Pegaso se propuso domarlo. Sólo lo
consiguió con la ayuda de la diosa Atenea, que le regaló una brida de oro para
que se la pusiera a Pegaso al cuello cuando bajaba la cabeza para comer y, con
ella, lo tendría sujeto a su voluntad.

Con el tiempo, Pegaso, el caballo de
los dioses, es nombrado por Zeus, portador del rayo y del trueno, símbolos
máximos de su poder. Más tarde lo convirtió en una constelación formada por cuatro
brillantes estrellas.
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