sábado, 29 de diciembre de 2012

Los Caballos del Vino



Foto de Rafael Pi Belda
Esta escultura de un caballo sin jinete, se encuentra en Caravaca de la Cruz, una localidad situada en la Región de Murcia, en el Suroeste de España. El caballo transporta unos odres de vino azuzados por unos mozos. La escultura está dedicada a la famosa fiesta de Los caballos del vino, que entronca con las festividades en homenaje de la Santa Cruz. Caravaca cuenta con la reliquia de la Cruz, que muchos fieles veneran y es considerado el quinto lugar de peregrinación cristiana del mundo, después de Roma,  Jerusalén, Santiago de Compostela y Santo Toribio de Liébana, las dos últimas localidades también en España.

La festividad de los caballos del vino se remonta a la Edad Media, concretamente al siglo XIII  según la tradición popular. En esta época Caravaca era una localidad fronteriza entre la España cristiana y la musulmana, pues se encontraba en las puertas del reino nazarí de Granada. Por este motivo, la localidad podía pasar a pertenecer a uno u otro bando, según los envites de la guerra. Durante uno de estos períodos, Caravaca se encontraba en manos cristianas y un cerco de  musulmanes sitiaba la ciudad. La Orden Militar del Temple defendía a la población, que se refugió tras las murallas de la fortaleza que, en su tiempo, construyeron los musulmanes. Debido al asedio, los habitantes empezaron a padecer sed y la poca agua que quedaba se corrompió, produciéndose una epidemia.
Unos caballeros templarios, burlando la vigilancia de los moros, salieron de la fortaleza para conseguir agua, pero lo que encontraron fue vino y, después de llenar unos pellejos con el líquido, burlaron otra vez el cerco, introduciendo el vino en la ciudadela. Bañaron la Reliquia de la Cruz en el vino para bendecirlo y se lo dieron a beber a los enfermos, que sanaron. De este hecho, se afirma, deriva la subida y la carrera posterior de los caballos.

En el primer tercio del siglo XIX, el festejo adquiere su estructura consolidada. El simple recorrido inicial, casi procesional, de varios caballos en fila, desembocó en una carrera de caballos que subían la cuesta, espoleados por los mozos que los conducían. La gente que se situaba en la cuesta aumentó para animar y aplaudir a los distintos caballos.  Con el tiempo, el vino dejó de subirse en pellejos, pero permaneció la bendición y la carrera unidas al rito de la Cruz. El festejo ya había nacido.

Carrera de los caballos del vino
El festejo se celebra en los primeros días del mes de mayo.
El día 1, es el primer día de la fiesta. En este día se realiza la presentación de las bandas de música y de los caballos, conducidos por sus jinetes a través de las calles. Cuando llegan a la plaza principal, ya por la tarde,  una gran multitud se agolpa ansiosa para ver la exhibición de los ejemplares, seguida de una prueba de fuerza para el ver los caballos. La demostración de fuerza con la gente jaleando al animal, hace apreciar el brío de los caballos, que corren al trote alrededor de la plaza, a pelo, preludio del reto de la lucha que vendrá a las pocas horas.
El día 2 de mayo, al ser de día,  los caballos se aglomeran en el centro de la ciudad, pero en realidad, el festejo comienza mucho antes, en la madrugada, cuando los caballistas preparan sus monturas en silencio, envueltos en el rito y el misterio. Una vez realizada la exhibición, se celebra la misa y,  en la plaza del Bañadero, se procede a al baño de la Cruz de Caravaca en la acequia que por allí discurre, simbolizando la bendición de las aguas de la localidad. Este es el acto central de las fiestas. Mientras,  los caballos que ya han sido bendecidos, parten hacia de la subida del castillo. Allí esperan su turno y uno a uno van subiendo mientras el tiempo de los caballistas es cronometrado. Los caballos suben a gran velocidad entre la multitud expectante que vitorea y aplaude. Ya por la tarde, cuando todos los caballos han subido, se inaugura la última parte de la competición, el premio al enjaezamiento. La elección del ganador es un momento intenso y muy esperado.
El 3 de mayo prosiguen los festejos con numerosos eventos entre los que se destacan misas y desfiles, y claro está, también participan los caballos del vino.

Los Caballos del Vino van engalanados con sus esplendidos mantos bordados en seda y oro. Son ropas ricas y costosas bordadas a mano con hilos de oro y plata, canutillo y pedrería, las cuales también compiten en originalidad en el Concurso de Enjaezamiento. Se suelen representar rostros de personajes conocidos de la ciudad que quedan inmortalizados en las ropas de los caballos con un realismo asombroso. Las distintas peñas exponen la ropa de vestimenta de sus respectivos caballos. Durante el siglo XIX y parte del XX, el festejo evoluciona poco en sus formas. Se valoraba la fuerza y el pundonor en la carrera. n no existía el premio de enjaezamiento, porque los caballos se adornaban simplemente con las colchas de novia y de boda y, con mantones y tapetes de mesa, de bordados sencillos.
Con el tiempo proliferaron los elementos de adorno con flores, lazos, etc., pero todavía no habían aparecido los bordados completos. 
En el año 47 se establecieron los premios de carrera y vestimenta y surge un jurado especial que otorga los premios.
La exhibición de seis vestimentas con bordados en la Exposición Universal de Sevilla en el año 92 fue un éxito y una propaganda extraordinaria para el festejo de Caravaca, elegido como la representación folklórica más significativa de la Comunidad Murciana.

Caballo del vino enjaezado
Los caballos lucen sus crines bien peinadas y su pelo reluciente. Son hermosos caballos blancos, tordos y de negro azabache. Es un culto a la fuerza, al valor, a la belleza y a los sentidos.
La carrera transcurre en menos de diez segundos, instantes intensos y desbocados protagonizados por cuatro hombres y un caballo que se abren paso entre una multitud de miles de personas, recorriendo los apenas 80 metros de empinada cuesta. Se trata de un espectáculo lleno de color y calor, en el que sólo alcanzan el éxito aquellos que completan la carrera sin soltarse del animal y realizando el menor tiempo. Participan sesenta peñas caballistas.

Aunque, como ya se ha dicho, la tradición sitúa el origen de la fiesta en el siglo XIII, la existencia de los Caballos del Vino está documentalmente probada desde hace tres siglos, confluyendo en este festejo una serie de elementos sociales, culturales, históricos, religiosos y tradicionales que superan el simple evento festivo y lo convierten en una manifestación antropológica reconocida como única en el mundo. A lo largo de su historia, han sufrido diversas vicisitudes, pero el festejo ha subsistido a todas ellas, adaptándose a las circunstancias y manteniendo toda su pureza e integridad. La fiesta se ha transmitido de generación en generación sin normas escritas.
Cientos de miles de visitantes se reúnen en Caravaca de la Cruz para vivir en directo la mítica carrera de los Caballos del Vino en la mañana del 2 de mayo. 
El 4 de noviembre de 2011 el Consejo de Gobierno de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia declara la fiesta de 'Los Caballos del Vino' de Caravaca de la Cruz como Bien de Interés Cultural con carácter etnográfico.  Los Caballos del Vino son candidatos a ser declarados Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.

Fortaleza de Caravaca de la Cruz
Los caballos usados por los caballeros templarios para burlar el cerco de Caravaca, se diferenciaban de los caballos actuales en la variedad, complexión y tamaño y, en promedio, eran más pequeños que los equinos modernos. Además, su papel en la sociedad medieval era más central ya que eran esenciales para  la guerra, la agricultura, la diversión y el transporte. Para eso se desarrollaron diferentes razas de caballos, muchas de las cuales no tiene equivalentes modernos.

El caballo en la Edad Media significaba prestigio social, pues era costoso mantener al animal, y no todos podían darse ese lujo. Los siervos y esclavos estaban totalmente excluidos en este sentido, y solo los libres con las suficientes posibilidades económicas podían tener uno o varios corceles. Por lo general entre la nobleza y la aristocracia tenían varios caballos, uno para torneos, otros para las batallas, y otros para cazar y pasear. Incluso los templarios, que tenían voto de pobreza, podían poseer hasta tres caballos.

Representación del torneo medieval
Numerosos juegos medievales se basaron en el uso del caballo, como los torneos y justas, donde los caballeros cabalgaban sobre sus monturas simulando combates o, a veces, realizando verdaderas batallas, bien sea por diversión o para resolver disputas personales. Los caballos eran vestidos con gualdrapas, unas telas que los cubrían casi por completo, que cumplían una función decorativa y frecuentemente portaban los colores y escudos del Señor o caballero que lo montaba. En las justas también se desarrolló a mediados del Siglo XIV diversas piezas metálicas que cada vez fueron multiplicándose hasta cubrir al corcel casi por completo protegiendo al animal.

Las cortes francesas e inglesas llegaron a enaltecer la significancia de los torneos  y, con ello, la de los caballos, ligándolos inseparablemente del ideal de caballero medieval. El hombre justo de noble corazón que rescataba damiselas montado sobre su corcel rápidamente caló en la literatura medieval y posteriormente en la renacentista. En muchas ocasiones se crearon leyendas en torno a los caballos particulares.
Torneo es el nombre popular dado a las competiciones de caballería o peleas por diversión de la Edad Media y Renacimiento, y fueron por largo tiempo la primera diversión de las cortes y ciudades. Los torneos se convocaban junto a los castillos, de forma periódica o con ocasión de acontecimientos especiales, como coronaciones, matrimonios, firma de tratados o treguas, entre otras.

Eran los heraldos y reyes de armas los encargados de dar publicidad al torneo, y el heraldo pasaba de castillo en castillo, llevando cartas y carteles a los adalides de más nombre y convidaba a todos los valientes que se encontraba en el camino. El día del evento había una gran expectación en el lugar elegido. Se preparaban todos para acudir al sitio señalado desplegando, según sus clases y posición, gran lujo en vestimentas, trajes, caballos, adornos, armas, etc. Dada la señal de comienzo al son de instrumentos marciales que alegraban los ánimos de los allí concertados, las fanfarrias, se presentaban los caballeros en la liza con numeroso séquito. Eran muy divertidos y la gente se entretenía viéndolo.

No hay acuerdo entre diversos autores acerca del origen del Torneo. Durante la Edad Media, la guerra tuvo una importancia fundamental, tanto a nivel político como social. El caballero gozaba de un estatus privilegiado en la pirámide feudal. Los aspirantes a caballeros se entrenaban en simples ejercicios con lanza o incluso en combates con otros aprendices, en lo que se conoce como lucha de bohordos. Una vez armados, los caballeros proseguían su entrenamiento durante toda su vida militar, por lo que se hizo necesario crear las condiciones más reales posibles para que la preparación fuese realmente eficaz y no decayese en los periodos de paz.
Aunque hubo antecedentes, fue durante el siglo XI cuando aparecieron los torneos, combates a caballo en que los caballeros se enfrentaban entre sí armados con lanzas a lo largo de diferentes rondas.

Parece ser que fue Godefroy II, Señor de Preville, quien escribió un tratado de normas que fue ampliamente utilizado en Alemania, Inglaterra, Italia y los reinos peninsulares de Hispania. Su finalidad fue evolucionando con el transcurso de los siglos, pasando de ser un medio de promoción para caballeros pobres o de prestigio para los más poderosos, y entrenamiento frente a contingencias militares, a tener en los siglos XIV y XV un carácter más lúdico y de espectáculo para disfrute, en primer lugar, de la nobleza y, en último extremo, de entretenimiento para el pueblo llano.

Las leyes del torneo eran simples y bien definidas: no herir de punta al contrario con su mano; no pelear fuera de filas; no pelear varios caballeros contra uno solo; no herir al caballo del rival; descargar sólo los golpes al rostro y pecho del rival y, por último, no herir al caballero que se alzara la visera.
Diversos caballeros conocedores de las reglas hacían las funciones de jueces, supervisaban el correcto estado de las armas y tomaban juramento a los participantes sobre su noble comportamiento; otra figura importante era el rey de armas, encargado de anunciar a los distintos contendientes.
Los caballeros tenían que especificar su linaje, pues sólo podían enfrentarse entre sí los de un mismo nivel, y situar su estandarte en el campo.
Las damas elegían un juez de paz para recordar la clemencia cuando por alguna falta de cortesía o violación de las leyes de caballería un combatiente se veía rodeado de varios contrarios. El vencido y las armas de éste quedaban a disposición del vencedor. Los vencedores eran saludados con frenéticas aclamaciones y con prolongados aplausos al compás de marchas marciales. Los triunfadores eran conducidos a recibir de mano de los jueces o de las damas el justo premio de su victoria. Los premios ofrecidos se ponían a los pies de las damas elegidas por cada caballero.

Para terminar se realizaba un banquete en la que los caballeros participantes en el evento eran colmados de atenciones.

Caballeros medievales
En los Torneos tenían lugar varios juegos de distintos nombres como el carrusel que consistía en una fiesta militar con carros y decoraciones en que se representaban hechos de los antiguos héroes;  la quintena, era un juego en que descargaban sus golpes a un maniquí móvil, dispuesto de un eje de tal modo que herido en la frente se volvía y asentaba un fuerte garrotazo sobre el torpe asaltador; la sortija un ejercicio en que los caballos iban a galope y los jinetes debían atravesar un anillo colgado. Además se arrojaban el dardo, rompían las lanzas, etc.

Enrique II de Francia
Las armas utilizadas eran bastones, cañas, lanzas sin hierro y con la punta roma o espadas sin corte conocidas con el nombre de armas corteses o graciosas por que se evitaba herir de gravedad o matar al contrario. En excepcionales ocasiones, en algunos combates, se utilizaban todo tipo de armas. Aunque el fin de un torneo era la diversión y el entrenamiento, había veces en las que el caballero se podía ofuscar y ciegos de cólera, se cebaban en los contrarios  para satisfacer alguna antigua enemistad, o tomar venganza de cualquier agravio, o dar rienda suelta al odio, o a la envidia, o deshacerse de un molesto rival. A veces era en vano que en tal conflicto los  heraldos y reyes de armas se interpusiesen entre los combatientes.
El rey Enrique II de Francia, falleció durante un torneo.


Los torneos fueron desapareciendo poco a poco a finales de la Edad Media, para extinguirse durante el siglo XVI, aunque todavía siguieron celebrándose excepcionalmente en épocas más recientes. Los últimos de que se tiene noticia fueron ya a finales del siglo XIX, en Barcelona, España y  en Eglington, Inglaterra. Actualmente se celebran representaciones de torneos con carácter turístico y de espectáculo, en castillos y centros históricos medievales de toda Europa.



No hay comentarios:

Publicar un comentario