viernes, 12 de julio de 2013

Mussy




En este blog solemos hablar de caballos, pero hoy haremos una excepción.

Mussy es mi gato. Era mi gato. Hoy ha habido que sacrificarlo. ¡Qué pocas palabras para  algo que supone tanto…! ¡Qué desolación y qué pena siento! Es solo un gato, sí, a algunos les parecerá una exageración estas emociones. A Los dueños, y más, a las dueñas de gatos, la literatura popular no nos da buena fama y se nos tilda de excesivos, pero no es el caso. Aunque eso de “dueño”, es un decir…

“…tal vez todos lo creen,
todos se creen dueños,
propietarios, tíos
de gatos, compañeros,
colegas,
discípulos o amigos
de su gato.
Yo no.”                
Oda al gato de P. Neruda

Desde luego, no lo podrá saber el que no los conozca. Tienen fama de ariscos, pero esto lo considero un rasgo de libertad y de independencia y esa es una de sus muchas cualidades que más valoro, porque cuando uno te adopta, lo hace por su propia voluntad, no porque espere algo a cambio.

“Oh fiera independiente
de la casa, arrogante
vestigio de la noche,
perezoso, gimnástico
y ajeno,
profundísimo gato”
                        Oda al gato de P. Neruda

Recuerdo el tamaño de Mussy, cabía en la palma de mi mano cuando me lo trajo mi hijo hace ahora tres veranos. Desde el primer momento que lo vi, me produjo alegría, apenas andaba y arrastraba su redonda pancita por el suelo de la habitación. Y, todo ese afán por esconderse en los rincones más insospechados: detrás de las puertas, debajo de los sofás o de los muebles,  en los lugares más alejados posible…, nos traía a todos de cabeza cuidando en no pisarlo y buscándolo para darle la comida.

Mussy al atardecer
Desde que recuerdo, siempre he tenido gatos a mí alrededor. En la antigua casa de mis abuelos, donde vivía de pequeña con mis padres y mi hermano, los había por doquier. Era la casa de una enorme y antigua huerta reutilizada como fábrica de corcho, en lo que entonces era las afueras de mi ciudad. Allí las gatas parían sus camadas libremente y todas eran bien recibidas pues eran el control natural de “bichos” en los almacenes y depósitos. Eran gatos medio asalvajados que sólo acudían cuando barruntaban las sobras de las comidas. Aunque siempre, entre ellos, teníamos uno o dos gatos más “caseros”, que se dejaban tocar y, a veces, mimar por mi abuelo, mi tía y por mí, los más amantes de los gatos de mi familia. Más tarde, ya de mayor, cuando estaba estudiando y cuando empecé a trabajar, no tuve gatos cercanos, sobre todo por los traslados de domicilio, pero siempre los encontraba en nuestra casa a mi vuelta y, desde que me establecí en un domicilio fijo, he tenido gatos propios.
Como son independientes y autosuficientes, nunca he querido imponerles las restricciones de una “casa”, por eso los gatos que han vivido conmigo, cuidados y vacunados, han gozado de libertad de movimientos. Ahora vivo en una urbanización rodeada de campo. 

Pero Mussy, era distinto, se vio desde el principio que era un gato especial, pequeño, delicado con un pelo rubio y extremadamente fino, suave y largo, un cruce entre europeo y angora.
Mussy Pelussy
Comía poco y no cualquier cosa. Nada de pescado, apenas carne y, por supuesto, nada de sobras. Solo un poco de pienso y algo de esas bolsitas de varios sabores y de contenido indescifrable. Y esta falta de apetito ha sido su sentencia cuando enfermó.
De andar silencioso y suave, pero cantarín, porque Mussy cantaba. Desde pequeño creció escuchando como le hablaba, como me dirigía a él con tonos zalameros a veces,  con interrogaciones o con la entonación narrativa y Mussy “maullaba” así. Emitía una gran cantidad de sonidos con entonaciones diferentes, según fuera su saludo de bienvenida. Salía desperezándose de la habitación donde solía dormir y, alegremente, se dirigía a mí, balanceando su peluda y dorada cola, hablándome, en cuanto percibía que abría la puerta de casa. También entonaba diferentes melodías si quería comer o si quería que le abriera la puerta del patio o cuando tocaba con sus patitas la persiana de la ventana por donde solía entrar, si estaba un poco baja, o simplemente cuando le aptetecía pasar un rato conmigo.

Durmiendo en la ventana
Por eso se llamaba Mussy, hacía música al hablar y también Pelussy, si, por el pelo largo, suave y delicado, que había que cepillar a menudo, sobre todo cuando venía de dormir la siesta entre las hierbas que crecen en el los linderos del huerto. 

Tan lindo y majestuoso, tan independiente y cariñoso, tan raro y singular... Era uno de los  temas de conversación de la familia, sobre todo,  sus "gracias", diferentes a la de los demás gatos y lo digo con conocimiento de causa.
Cada gato tiene su propia  personalidad y Mussy era diferente a todos, inteligente, discreto, cariñoso, hablador, delicado, frugal...
Hace tres meses enfermó de leucemia felina, pese a estar vacunado. El veterinario  hizo un pronóstico nada favorable, pero me negué a creerlo. Le suministré con mimo y ahínco la medicación. Le daba comida rica en proteínas, poco a poco y varias veces al día y esa debilidad que tenía desapareció. Mejoró, se puso bien, volvió a ser él mismo y la losa que tenía sobre el pecho pareció hacerse más liviana. Algunos me dijeron que muchos gatos con esta enfermedad pueden hacer su vida normal y vivir una vida larga. Pero no ha sido el caso de Mussy. Hace una semana, empeoró, apenas comía y se volvió raro. Se alejaba de nosotros, emitía sonidos “raros” y lamía la pared. Volví a llamar al veterinario y su diagnóstico fue demoledor…. 

Ya echo de menos su música, su compañía y la alegría que sentía con solo verlo. Hoy me he quedado  más sola, me falta mi gato.

El gato,
sólo el gato
apareció completo
y orgulloso:
nació completamente terminado,
camina solo y sabe lo que quiere.
                   Oda al gato de P. Neruda



Tu lomo condesciende a la morosa
caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido,
el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás. Eres el dueño
de un ámbito cerrado como un sueño

                       
A un gato de Jorge Luis Borges

En mi cerebro se pasea,
como en su casa,
un lindo gato, fuerte, dulce y tibio.
Cuando maúlla se le oye apenas,

Tan tierno y discreto es su timbre;
por más que su voz se apacigua o retumba,
es siempre rica y profunda.
He ahí su calidez y su secreto.

Esa voz, que brota y se filtra
en mis fondos más tenebrosos,
me llena como un verso numeroso
y me regocija como una pócima de amor.
 
                        El gato poema de Charles Baudelaire

1 comentario:

  1. Verás: para mí el gato es el más fantástico animal del mundo y comprendo bien la tristeza que puedas tener. Siempre he tenido mininos y siempre he sufrido por ellos. Recuerdo hace años que yo mismo atropellé a uno de mis felinos porque se metió debajo del coche y yo pensé que había quedado dentro de casa. Lo tuve en mis brazos muerto más de una hora llorando como un niño. 15 años después todavía sigo afectado por ello y me sigo sintiendo muy culpable.
    Tú le diste cariño, compañía, comida y cama. Fuiste su amiga, o mejor dicho fuiste de su propiedad. Ahora te toca recordarlo siempre.
    Un saludo
    DN

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